“Yo les dije inmediatamente (a los familiares exilados) cuando a emperazon a preguntarme qué iba a hacer y qué quería hacer: ‘No me busquen trabajo, porque yo me voy pal’ Ejército.’ En Cuba sabíamos que existía un plan de entrenamiento de cubanos que era para ir a pelear a Cuba. Y yo vine con esa idea y dije: ‘No, no, no, yo me voy pal’ Ejército pa’l plan cubano.’ Y efectivamente voy entonces y me presento en la oficina del reclutamiento que estaba aquí en la calle Aurora. Me presento al teniente, pero el peso mínimo era de 104 libras y yo pesaba 100 libras. No había manera de que yo cogiera aquellas cuatro libras. El sargento que me pesaba me decía: ‘Vete, cómete una banana y tómate una coca cola y ven corriendo a pesarte.’ Igual que nada. Tuve que ir ocho veces a que me pesaran para ver si podía en fin entrar en el Ejército, a las unidades cubanas. Y a la octava vez el sargento que era puertorriqueño y no tenía muy buenas pulgas ni me pesó, me agarró por el codo, me llevó donde el médico y dijo: ‘Oye éste entra hoy pese lo que pese, porque yo no quiero verlo más aquí.’ Creo que era uno de los peores soldados que ha pasado nunca por las filas del Ejército de Estados Unidos.”
“Muchas cosas vivimos allí, algunas muy dolorosas. Un asilado que estaba con nosotros, recuerdo que le decíamos Pepe... se llamaba José pero no me acuerdo del nombre... salió de la Embajada para regresar con su esposa. Y efectivamente un día... la esposa parece que no quiso regresar o qué sé yo... cuando entra el camión que nos traía la comida él entra detrás en una moto. Y allí mismo lo ametrallaron. Murió en los jardines de la embajada ametrallado.”
“Recé un acto de contrición para limpiarme de mis pecados, por si acaso, y le dije al Dios: ‘Señor, yo nada más que te pido esto: O que yo me vaya, me pueda escapar, o que me maten huyendo, pero yo no quiero estar preso.’ Brinqué el murrito aquel y arranqué a correr como si fuera un campeón olímpico. Yo nunca he corrido tanto en mi vida. Mi fe era muy fuerte... mucho más fuerte que ahora... en aquellos momentos yo sentía a Dios corriendo al lado mío por decir la verdad. Hubiera bastado que uno solo de los ciento personas que había allí hubiera mirado para allí y me hubiera visto corriendo, porque era todo un descampado sin un árbol, sin nada.”
“A finales de 1960 envían un dirigente castrista a Unión de Reyes como comisionado municipal con la misión única y exclusiva de aterrorizar, porque eso fue lo que hizo con todo el mundo, o sea todo el que se sabía que estaba de alguna manera en contra de aquello lo aterrorizaban e intimidaban... era así. A mí me arrestaban cada vez que batía el viento. Unas horras arrestado, dos días... y claro me pesaba, porque mi familia, mi mamá y sobre todo mi papá cuyos nervios nunca estuvieron muy fuertes... sufrían mucho, se preguntaban, como es natural... Bueno, era un hostigamiento constante. Recuerdo que aquel mes de mayo fui a Matanzas, a la ciudad capital, para comprar un regalo para mi mamá para el Día de las Madres con algunos amigos de la escuela con los que estaba conspirando. Y entonces dimos un par de vueltas por el parque de Matanzas y allí me prendieron porque yo llevaba un paquete en la mano y había que ver qué cosa era aquel paquete que era regalo para mi mamá. Pero era otra vez un interrogatorio, la misma historia, las mismas amenazas...”
Como era católico, no le tenía mucho miedo a la muerte. A lo que sí tenía miedo era estar preso.
Julio Armando Estorino Villalobos nació el 12 de abril de 1943 en una ciudad pequeña llamada Unión de Reyes situada en la provincia de Matanzas. Su padre era obrero azucarero y su madre era ama de casa. La familia nunca tenía mucho dinero. A pesar de ello, Julio recuerda su infancia como una época feliz. La pasaba junto con sus hermanos y otros miembros de la familia más amplia jugando en el patio que separaba dos casas habitadas por los parientes. Julio era un muchacho sensible que gracias a su contacto con la Iglesia adquirió una gran consciencia social. Debido a ello empezó a involucrarse desde edad muy temprana en las actividades contra el régimen del general Batista. Sin embargo, observando el rumbo que tomó el nuevo Gobierno después del triunfo de la Revolución cubana dejó rápidamente de apoyar a los revolucionarios y empezó a conspirar contra Fidel Castro. Le preocupaba el nivel de violencia y odio dirigido contra los miembros de Iglesia y contra los que se negaban a aceptar las nuevas políticas en general. Participaba en la distribución de panfletos y revistas contrarrevolucionarias, lo que despertó el interés de la Seguridad de Estado por su persona. Fue arrestado, pero logró escapar durante los interrogatorios y se escondía durante varios meses en distintos lugares en La Habana y sus alrededores. Posteriormente se refugió en la Embajada de Uruguay, donde dedicaba mucho tiempo a la poesía. Después de su salida a Estados Unidos empezó a relacionarse con distintas organizaciones de los cubanos exiliados y contribuyó al surgimiento de la Junta Patriótica Cubana, una organización que agrupaba las demás organizaciones. Es un gran conocedor de la historia de la Iglesia católica cubana y de la vida del monseñor Agustín Román. Obtuvo un premio por la poesía mística y trabajó en la Radio Martí.