“A mí no se me olvida en una oportunidad cuando abrí una lata de jamón hecho en Checoslovaquia que traía un pequeño papel cubierto en celofán que decía: '¡Cubanos, no se dejen engañar. Luchen contra el comunismo!' Obreros checoslovacos”.
“No es mucho lo que puedo hacer por Cuba, no es mucho lo que yo hubiera querido hacer de más, pero cualquier poquito… Lo que no quiero es que el sacrificio de mi hermano, de mi mejor amigo, el sacrificio de mis compañeros que ya no están con nosotros sea olvidado. Yo quiero que se les recuerde para que algún día, si Dios lo quiere y Cuba fuese libre, puedan saber que sí hubo un grupo de personas que dio la vida luchando por la libertad de Cuba. Ese es mi deseo actual: que el sacrificio de ellos no se olvide. Soy el último de mi familia, el último de mi generación. Ya todos mis hermanos han muerto y no sé cuánto más me quedará a mí, pero si hay que venir para reunirse con unos checos que van a proclamar la lucha del pueblo de Cuba estoy dispuesto a hacerlo. Gracias a ustedes por dedicarme este momento”.
“Esto es algo muy difícil de explicar. Como yo les decía, yo estaba en un pequeño cuarto en la casa de esta familia y se sabía que el juicio se estaba llevando a efecto el 17 de abril. Esa noche del 17 yo me acosté con una opresión… un presentimiento malo. Como a las cinco de la mañana, ya de madrugada, me desperté sin razón, sobresaltado, como presintiendo que a él lo habían matado. Me desperté, encendí la radio y oí la noticia de los ocho fusilados en La Cabaña. Daban los nombres y, entre ellos, estaba el de mi hermano y el de su otro compañero —Tapia Ruano—. Cuando la familia, el matrimonio donde yo estaba, oyó que yo había encendido la radio, me vino a ver y yo les dije: 'ya pasó, los fusilaron a los dos'. En este momento no sabía si salir corriendo, si dar gritos. Fue una cosa… mi hermano era el más allegado a mí, cinco años mayor que yo, habíamos compartido mucho juntos, habíamos estudiado juntos en la Havana Militar Academy. Para mí era un símbolo, era un ejemplo, era un guía, un líder, un consejero, y en aquel momento no sabía qué hacer. Fue una cosa que… Temprano en la mañana Julio Hernández Rojo, que fue un asistente de mi hermano y quien ocupó su puesto en el Directorio cuando lo cogen preso, me viene a ver y nos abrazamos, lloré. Fue un momento muy triste”.
Mi deseo es que el sacrificio de mi hermano y sus compañeros no se olvide
Néstor Campaneria Ángel nació el 12 de febrero de 1943 en La Habana. Viene de una familia grande de siete hijos y creció en el campo de la provincia de Matanzas, donde su padre administraba una central azucarera. Cuando triunfó la Revolución cubana, uno de sus hermanos mayores, Virgilio, entonces estudiante de Derecho, empezó a criticar el régimen recién instalado por Fidel Castro y, junto con otros estudiantes, fundó la organización Salvar a Cuba para advertir sobre el comunismo. Debido a la influencia de su hermano Virgilio, Néstor empezó a participar en actividades clandestinas desde muy joven, dedicándose principalmente a repartir propaganda anticastrista. Entretanto, Virgilio fue detenido junto con sus compañeros Alberto Tapia y Tomás Fernández. A pesar de algunos intentos de rescate, los tres acabaron encarcelados en la prisión La Cabaña, donde fueron juzgados y tanto Virgilio como Alberto Tapia fueron condenados a muerte y fusilados el 17 de abril de 1961. Néstor empezó entonces a ser perseguido y vivía escondiéndose hasta que pidió asilo en la Embajada de Colombia. Transcurridos unos meses, pudo salir de Cuba a Colombia, donde vivió junto con otros refugiados cubanos en una casa. Allí conoció a su futura esposa colombiana, con quien se casó posteriormente. Luego, se trasladó con ella a Estados Unidos donde se ganaba la vida haciendo trabajos poco cualificados, como recolectando verduras o haciendo reparaciones. Durante los primeros años participó en entrenamientos cuyo objetivo era prepararse para luchar en Cuba contra Fidel Castro. Sin embargo, al cabo de un tiempo estas actividades cesaron. Hoy en día, Néstor es el único sobreviviente de los siete hermanos. Tiene tres hijos, cuatro nietos y no piensa en regresar a Cuba hasta que no se produzca un cambio político.