“Mi papá trabajaba en la Base Naval [de Guantánamo], era Ingeniero en Comunicación. Y papá tenía sus ideas, que eran mal vistas por las personas que tenían ese tipo de ideas. Y por esas mismas ideas mi papá cayó preso, por eso yo estaba solo con mi mamá. Lo metieron en Mazorra, estuvo ocho años preso en Mazorra. Él me contaba que el Hospital Psiquiátrico de Mazorra en La Habana, en la parte de arriba, tenían a los enfermos que eran más dóciles, pero en la parte de abajo había cárceles, y los metían a los presos políticos en aquel tiempo junto con los locos peligrosos. Decía que les escupían la comida… Y otra cosa que también mi papá me contaba era que un día sí y un día no, les metían electroshocks. Decía que había un salón grande, y en el centro había como una cárcel de rejas, como un cubículo de rejas, y a todos los presos los metían ahí, cogían una manguera con agua y les echaban agua, para mojarlos. Es increíble eso, compadre, agua fría. […] Y un día sí, un día no eran electroshocks, eso no lo soportaba nadie. Se ponían a llorar, venían y los agarraban, y los metían en el piso… Decía que el primer chuchazo que les daban, se lo daban aquí [en la mandíbula], y el segundo aquí [en la sien]. O sea que aquí era para torturarlos en aquel momento, y cuando decían José Luis Correa Medina, se quedaba en el piso, hacía así, y cuando le dieron, se le iba el mundo”.
“Las personas de este país estarán presionadas por el gobierno, o por lo que sea, cómo sea, de la forma que sea. Pero el ser humano de este país es malo, compadre. En cuanto ven a alguien que tiene una idea contraria a las ideas que ellos creen que debe tener un ser humano, o por ejemplo las ideas que ellos les inculcan, enseguida la misma gente te agarra, y se ocupa de decirle a la Presidenta [del Comité de Defensa de la Revolución] de cualquier cosa mínima que tú hagas. Te marginan, te apartan. No eres aceptado, eres una persona… Mira cómo yo vivo, vivo herméticamente cerrado en mi casa, y ahora estoy lanzando una cerca por todo el alrededor de mi casa para que todo el mundo se quede afuera. Yo no quiero saber de la gente, compadre. La gente lo único que hace es hacer daño, se acercan a ti porque quieren saber cómo tú vives, qué tú haces. Y como yo vivo cerrado herméticamente, la gente sabe que yo entro con viniles, porque trabajo para hacer mi zapatería, pero no saben más nada, porque yo mantengo mi casa cerrada. Y eso les molesta. En este barrio, la gente me odia, porque mantuve y mantengo la misma idea de mi papá, pienso igual que mi papá”.
José Ángel Correa Pardo nació el 29 de mayo de 1973 en Guantánamo, Cuba, y pasó una gran parte de su infancia solo con su mamá, debido a que su papá fue repetidamente preso. Su padre José Luis Correa Medina trabajaba de Ingeniero de Comunicaciones en la Base Naval de Guantánamo y tenía ideas críticas en contra del régimen comunista cubano. Por lo tanto, como un posible peligro, acusado de ser espía e informante de la CIA, fue condenado a 8 años de privación de libertad. Pasó por varias cárceles, incluyendo el Hospital Psiquiátrico de La Habana Comandante Doctor Eduardo Bernabé Ordaz Ducunge, mejor conocido como Mazorra. Ahí, el régimen cubano castigaba a los presos políticos mezclándolos en los pabellones con los pacientes psiquiátricos más graves, y los torturaban con manguerazos de agua fría y electroshocks. Mientras tanto, José Ángel y su mamá tenían que mantenerse como fuera, su mamá trabajaba en el hospital y para un ingreso extra fabricaba aguardiente casero. José Ángel creció como un muchacho rebelde en un ambiente hostil, enfocado en contra de su familia, sin dejarlo desarrollar sus gustos musicales debido a que supuestamente las matrículas se agotaban, con constantes registros de hogar. Como resultado, José Ángel decidió alejarse de la gente, dedicarse a la zapatería que le enseñó su papá como sustento de vida, y en su momento, emigrar. Lo logró.