“Hemos sido reprimidos, los actos de repudio es una de las formas más grotescas que hay de reprimir a un ser humano. Después de irse con otra persona como Fidel Castro, como usó las 'banderas negras' [el izado de las 138 banderas negras - una por cada año de lucha contra el 'imperio' en 2006]. Es duro, es duro, es duro que recibas una golpiza, que te arrastren 50 metros, que pases 72 horas en un calabozo sin comer y sin probar agua, por llevarle una flor a [José] Martí. Como el 28 de enero del año 2011, por llevarle una flor a honrar a nuestro apóstol nacional, alma universal de los cubanos, pasas 3 días en un calabozo y recibes una horrible golpiza, y que te arrastren, que el asfalto te queme la planta de los pies cuando sueltas los zapatos. Eso lo hemos sufrido”.
“Como tal, recuerdo cómo era la represión cuando uno llegaba el domingo a misa. Existían unas brigadas que los llamaban 'las checas'. No te voy a decir que a los niños les daban, pero a las personas mayores sí les daban, a todos los ancianos. Ellos traían una especie de periódicos envueltos, o de revistas, y con ello golpeaban a los que se atrevían a entrar a la iglesia. Porque decían 'No puede entrar nadie a la iglesia'. Los templos los apedrearon. Todos estos templos bellísimos con una cristalería y una baldosa preciosa que, hacían imágenes de santos y de vírgenes, todo esto lo destruyeron a piedra, a huevos, a mezclas asfálticas, con todo lo que pudieron tirarles a sus templos. Muchos sacerdotes de aquella época fueron a parar al campo de concentración humana en Ciegos de Ávila”.
“La huelga de hambre está dentro de los recursos de la lucha pacífica. La huelga de hambre es algo que es muy difícil. Es muy difícil porque estás luchando contra tu propio cuerpo, contra tu propio organismo, contra tu propia vida. Al pensar de perderla. Ya la huelga de hambre sería cuando uno está en un momento de desesperación, cuando ya se agotaron todos los recursos. Cuando nadie te escucha, cuando la impunidad de un sistema se te viene encima y no tienes derecho alguno. Tienes que soportar lo que ellos quieran. Entonces ya la única forma de que la comunidad nacional se solidarice, que las personas de la buena voluntad vean, que a la raza humana están haciendo daño y que este sistema nos destruye como si fuéramos liebres, es acudir a la huelga de hambre. No considero a nadie que lo haga por gusto”.
“Cuando la Seguridad del Estado viene, el tercer registro de la casa que es cuando ya se llevaron hasta la máquina nueva de agencia que había traído mi papá de los Estados Unidos, un Chevrolet, Impala 59 que, era de este modelo, solo había cuatro del juego. Se llevaron el carro, se llevaron la goma de repuesto, se llevan todo. Vuelven a registrar los garajes, el lugar completamente y no se percataron de la cantidad de armas que quedaban debajo ahí de su piso [del piso de madera de la casa]. Este auto lo estaba utilizando el hoy General Eliseo Romero que no se ha muerto todavía, jefe de la Seguridad del Estado, desde que fue decomisado de mi casa. Se lo llevaron hasta que hacer el decomiso. Las armas de mi papá, porque mi papá tenía armas de fuego, como era un comerciante, movía mucho dinero, estaba autorizado a utilizar armas de fuego, tenía dos revólveres, una pistola, y un rifle que, casi siempre había en el baúl del carro”.
Cuando la impunidad de un sistema viene encima, es momento de acudir a la huelga de hambre.
Guillermo del Sol Pérez nació en 1965 en la República de Cuba, dentro de una familia perseguida por el régimen comunista. A los principios de los años noventa, Guillermo se acercó a las organizaciones opositoras al Gobierno cubano, para promover derechos humanos y democracia en su país. Como instrumento de expresar su desacuerdo y desesperación con el régimen, acudía a las huelgas de hambre, aunque casi le costaban su vida. Guillermo ha realizado en total 14 huelgas de hambre, la última en 2019 con el fin de llamar atención internacional a la problemática de la prohibición de viajar y de su campaña “Ni 1 regulado más”. Ni Guillermo, ni su hijo Adrián del Sol Alfonso pueden abandonar la isla, sin importar que su hijo padece de enfermedad grave de vista y necesita atención médica que no está disponible en Cuba. Por sus actividades opositoras religiosas y como periodista independiente Guillermo ha enfrentado represión, prisiones, cárceles, celdas de castigo o calabozos. Aunque la Seguridad de Estado lo está vigilando y amenazando constantemente, no pierde la esperanza y está convencido de que el pueblo de Cuba sabe que, tiene que luchar por su salvación, y está dispuesto a luchar también.