“Para mí el 11 de julio fue un momento de iluminación… esto es una reflexión después de que yo pienso. Cuba fue iluminada por el espíritu de Dios que hizo que los corazones se declararan. ¿Con quién tú estás? Se veía la verdad… después de esos días la gente me decía: ‘Padre, ya sabemos quiénes son los de la Seguridad de Estado, quiénes están de qué punto… en la cuadra e incluso dentro de la iglesia. // El obispo después me pidió que hablara claramente a los demás de lo que había pasado, a todos los demás sacerdotes de mi diócesis. Y bueno, ciertamente dentro de la iglesia hay personas que no podían entender que un sacerdote estuviera allí. Sin embargo, yo sigo pensando… como pastor debo tratar que haya paz… pero para que haya paz debe haber justicia, debe haber libertad, debe haber caridad.”
“Yo me acuerdo de una vieja que iba con su andador… (muestra como gritaba). Los jóvenes en la calle y los viejos en las aceras. Los viejos cuando salieron parecían unos muertos resucitados. // Encontré a varios opositores que iban en la manifestación y les manifesté mi preocupación con la noche... '¿Qué va a pasar cuando es la noche?’ Y la noche no fue por el sol, por falta de luz. La noche fue cuando el responsable dijo que había que atacar y yo en ese momento… allí estuvo la diferencia, cuando se pasó de los puños y de las detenciones al uso de armas. // Entonces ya empiezan los muchachos a coger palos y piedras. Yo empiezo a quitarles los palos y piedras. ‘No puede ser, no puede ser así…’ Entonces decían: ‘Ellos tienen palos, hombre pa’ hombre, ellos tienen palos, vamos a seguir si allí están con palos.”
“Cuando yo iba a dormir, mi mamá iba a rezar conmigo. El padrenuestro, la avemaría, con Dios me acuesto, con Dios me levanto, con la Gracia de Dios y del Espíritu Santo. Pero a veces yo tenía pesadillas. Ella venía y me decía: ‘Vamos a rezar juntos.’ Y yo decía: ‘Mami, pensé…’ Y ella lo sabía. Yo notaba que después de rezar ya no me daba más pesadillas. Entonces quizás yo sacando mis cuentas matemáticas pues decía: ‘Parece que se nos olvidó rezar antes de acostarnos.’ Y quizás en una conversación un niño dijo que tenía pesadillas y yo le dijo: ‘se te olvidó rezar padrenuestro antes de acostarte.’ Y parece que la maestra lo oyó o el niño se lo dijo y ella llamó a mi mamá quien aquí mismo me dijo: ‘Mi hijo, tú no debes estar hablando del Dios en la escuela.’ Una cosa que a mí me resultó extraña. ‘Pero si te preguntan si tú crees en Dios, no lo puedes negar, porque Cristo dijo que aquel que lo iba a negar en la tierra, él lo va a negar en el cielo.’ Entonces yo viví en la escuela aquel miedo de que descubrieran que yo era religioso. Me sentía un bicho raro. Decían que la religión era opio de los pueblos, que éramos oscurantistas. De cierta manera no seríamos científicos, no acogeríamos la ciencia… cosa que a veces les costaba a algunos compañeros míos porque después yo estudiaba en la Escuela Vocacional de Camagüey y me gustaba mucho las matemáticas y entonces yo diría que si yo era un oscurantista ustedes salían de huevo negro por lo menos, me gustaba mucho las matemáticas. Recuerdo que en la secundaria la maestra preguntó: ‘Cuántos son religiosos allí?’ Éramos cuarenta y dos y solo tres levantamos la mano. Yo levanté la mano así con el miedo de que me la iban a romper. // Iba a leer la Biblia en la beca de la Escuela Vocacional de Camagüey… iba con una sábana a los baños. Me paraba frente al servicio como si estuviera orinando, la sábana tapaba la Biblia y allí yo parado tenía tiempo para leer.”
Castor José Devesa Álvarez nació hace medio siglo en la ciudad de Camagüey y desde muy pequeño se sentía inclinado a la religión. Su devoción se iba profundizando y hoy en día el sacerdote es ampliamente conocido entre los creyentes de la tercera ciudad más grande de Cuba como el padre Castor. En lo que se refiere a sus primeros contactos con la religión, la madre de Castor tuvo un papel importante, ya que fue precisamente ella quien solía rezar con el muchacho antes de irse a dormir y lo acompañaba a la iglesia. Sin embargo, fue también ella quien le explicaba al joven estudiante que no debe hablar demasiado sobre el Dios en la escuela, porque eso pudiera resultar en complicaciones. Por eso la infancia y la adolescencia de Castor fue marcada por un miedo permanente de que alguien descubriera que era católico. Para evitar problemas, iba a leer la Biblia al baño. A pesar de todo el esfuerzo para permanecer fuera del radar, Castor sentía que solo la vida en la verdad le daba sentido. Entonces empezó a expresarse más libremente, lo que resultó en su expulsión de la Universidad de Oriente, donde estudiaba Matemáticas. Fue justo al principio de los años 90, en medio de la crisis socioeconómica conocida como el Período Especial, cuando Castor se quedó sin la posibilidad de continuar con sus estudios. Los esfuerzos del nuncio apostólico y del embajador de España para buscarle una opción de irse a estudiar a Madrid o Barcelona quedaron en vano, ya que el joven no obtuvo el permiso para salir del país. A lo largo de los años, Castor se iba acercando a la disidencia de Camagüey. Eso resultó en su participación en la manifestación del 11 de julio de 2021, en la cual el padre Castor resultó herido por parte de la policía y terminó en la celda. Debido a que había presenciado actos de violencia también en contra de otros participantes en la manifestación, decidió ser testigo en caso de varios de los jóvenes detenidos de los cuales muchos recibieron largas condenas en prisiones. El padre Castor es activo también en las redes sociales, donde se dedica a la divulgación de la fe y a la denuncia de los crímenes del régimen cubano. Fue detenido en varias ocasiones.