Následující text není historickou studií. Jedná se o převyprávění pamětníkových životních osudů na základě jeho vzpomínek zaznamenaných v rozhovoru. Vyprávění zpracovali externí spolupracovníci Paměti národa. V některých případech jsou při zpracování medailonu využity materiály zpřístupněné Archivem bezpečnostních složek (ABS), Státními okresními archivy (SOA), Národním archivem (NA), či jinými institucemi. Užíváme je pouze jako doplněk pamětníkova svědectví. Citované strany svazků jsou uloženy v sekci Dodatečné materiály.
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Los hijos se me quedaron desnudos, no había nada para comprar
nació el 24 de junio de 1966 en una área rural del municipio de Trinidad
sus padres eran campesinos, la madre era analfabeta
junto con su pareja vivió en varios pueblos de la provincia central Sancti Spíritus
se dedicaba sobretodo al mantenimiento del hogar y trabajaba en las fincas
vivió el relativo auge económico de los años 80 seguido por el desplome económico de los años 90
su vida es un testimonio sobre la vida campesina en las partes rurales de Cuba
Českojazyčná verze textu následuje po španělské verzi:
“El papá nos inscribía a nosotros en Condado[1]. A veces se acordaba bien de la fecha de nacimiento, a veces no se acordaba. Muchos de mis hermanos tienen la fecha del nacimiento equivocada. Yo no, porque como nací el Día de San Juan, me pusieron el nombre Juana y esta vez no se equivocaron. Mientras tanto algunos de mis hermanos cumplen hasta dos veces al año, el día que nacieron y el día que los inscribieron,” bromea Juana González Jiménez, nacida el 24 de junio de 1966 como la octava hija del matrimonio de Serafín y Lucia.
Hasta los siete años, su familia vivía en el campo en la zona del Macizo de Guamuhaya, más o menos en la frontera entre los municipios de Trinidad y Fomento en la provincia Sancti Spíritus[2]. “Mis padres eran campesinos y trabajaban mucho. Tenían una finca con ganado, tenían café, mucha madera preciosa... Era un campo lindo con una casa grande de guano,” cuenta. Lo que a primera vista parece ser un lugar idílico tenía también sus contras. Las complicaciones se revelaban rápidamente por ejemplo cuando era necesario buscar a la ayuda de los médicos. “Una vez me comí a escondidas unos piquitos de la yuca cruda, porque me gustaba. Me dieron unos vómitos y una diarrea. Tuvieron que salir conmigo a mitad de fiesta a caballo. Cada cinco minutos mi papá tenía que bajarme del caballo para hacer mis necesidades. Tuvimos que recorrer como siete kilómetros a caballo y luego unos treinta en la ambulancia a Trinidad. Toda esa distancia para poder ver a un médico. Era lejos...,” recuerda. Uno de los momentos más felices de la infancia venían siempre cuando sus padres pudieron permitirse comprar a los hijos unos juguetes. “El único juguete que duró algún tiempo y no se rompió fueron los palitos chinos,” dice sonriendo. En lo que se refiere al entretenimiento, los niños pasaban la mayoría del tiempo jugando en el campo. “Jugábamos con las jutías[3]. Mis hermanos mayores se trepaban en las matas. Como yo era pequeña y no podía treparme en las matas, yo hacía de perro y ladraba cuando veía a jutía. Era el perro que cazaba a las jutías. Así pasábamos los días enteros.” En aquel entonces no había electricidad en el campo. La tecnología más avanzada que se conocía allí era la radio. “Se oía mucho. Había que ahorrar las pilas porque si oías la radio todo el día, se te acababan en quince días.” La mayor parte de la comida venía de la misma producción en la finca. Se cultivaba por ejemplo malanga[4], boniato[5], arroz, y frijoles. Sin embargo, al mismo tiempo había que buscar en los poblados vecinos muchas ingredientes básicas, como la azúcar, la sal y el aceite.
Cuando tenía siete años, la familia se mudó a Las Tosas, un pueblo que está situado cerca de una de las ciudades más antiguas de Cuba y al mismo tiempo la tercera municipalidad más poblada, Sancti Spíritus. Fue en Las Tosas donde cumplió los primeros seis grados de la escuela y también visitó por primera vez el carnaval. “Mis padres nunca nos llevaron a nada de eso, ni a carnavales, ni a la playa. Era trabajar, trabajar, trabajar...,” recuerda. Más tarde se fue a estudiar la secundaria en Pojabo, a unos 40 kilómetros de Las Tosas. Los padres siempre la llevaban al dormitorio de los estudiantes el domingo y hasta el viernes se quedaba allí. “Era duro, había que trabajar. Te levantabas a las seis de la mañana, te tenías que vestir con la ropa del campo, ibas a desayunar y a las siete ya estabas en el campo. Tenías que llenar bolsas en un vivero, sembrar, recoger naranjas, limones. Era muy agotador. A las once y pico te traían a la escuela. Te bañabas, ibas a almorzar y a la una empezaban las aulas que terminaban a las siete y media, prácticamente no podías ni lavar la ropa porque no te daba tiempo...” describe el régimen estricto de la escuela del campo. A pesar de lo agotador que era todo eso, Juana era una alumna ejemplar y la gustaba mucho estudiar. Mientras tanto una de sus hermanas no aguantó el trabajo y dejó de ir a la escuela. Cuando Juana estaba en el octavo grado, su padre junto con unos amigos hicieron una cooperativa[6] agrícola en Pitajones. La familia seguía viviendo de una manera muy simple y sin mucho dinero. Para mejorar la situación económica participaban en cosechas de mango y así conseguían recursos para poder comprar algunos juguetes y ropa para los niños. “Éramos muchos, muchos para comer, muchos para vestir. Pero tuve una infancia feliz, los padres nos daban mucho cariño, siempre nos acostaban con beso.” Juana fue a trabajar a la cooperativa en Pitajones, donde hizo el noveno grado de la secundaria. “Todos trabajaban como animales.” En medio de todo eso arreglaban el tiempo para divertirse. “Una vez fuimos a una fiesta unas 16 personas en un tractor,” cuenta sonriendo.
Fue durante los estudios en la secundaria cuando conoció a su futuro marido. Al principio, los dos se encontraban solo a escondidas. “Mi mamá era muy celosa. Al novio había que traerlo a casa para enamorar... y pedir permiso. Mi novio me escribía cartas del servicio militar y mi madre no se enteraba, era analfabeta. Se enteraron más tarde, cuando le dieron la baja en el servicio militar. Y no era porque pidió permiso, él era guajiro[7] y no pedía permiso. Se enteraron por mis hermanas,” recuerda y cuenta como sus padres la tuvieron presa en casa durante las vacaciones. Juana cumplió los quince años sin una fiesta, ya que la familia seguía pobre y sin posibilidad de montar una mayor celebración. Una de sus hermanas la regaló un vestido hecho a mano y los padres la permitieron tomar una cerveza. En medio de todo eso, otra de sus hermanas se enfermó de cáncer y la mandó a buscar. Juana se fue a su casa a Sancti Spíritus. Allí pasó unos días con el novio en el carnaval y posteriormente, los dos se fueron a Trinidad, donde se casaron sin documentación oficial. Sus padres dejaron la cooperativa en Pitajones y todos juntos se mudaron a Topes de Collantes en 1981. Pasados dos años Juana tuvo su primer hijo. “En Topes se vivía bien, era una zona turística muy rica, se cosechaba mucho café, mucho plátano. Había cabaret para la juventud y muchas otras cosas,” recuerda. No obstante, la madre de Juana se enfermó de alergia a causa del clima. Los médicos le dijeron que no podía vivir en Topes de Collantes. Entonces Juana se fue con ella a Pitajones, donde el marido de Juana construyó una casa. En 1988 nació la hija de Juana. “Vivíamos bien, a la cooperativa la pusieron un presidente nuevo y avanzaba mucho, tenía buenos cafetales, compraron nuevos tractores. También Cuba había avanzado algo, se abrieron mercados, donde comprabas un poquito de jabón, azúcar… El país tuvo un auge, subieron los empleos y hubo una tendencia a mejorar,” recuerda la época de relativa prosperidad justo antes de la llegada del Período Especial[8]. “En el año 90 empezó a desaparecer todo. Todo se perdió. No había jabón, entonces hervía hierbitas para bañar a los niños. Mi marido se iba con un saco y me traía unas pencas de maguey. Yo las machucaba y las metía en la lavadora. Estas pencas botaban un líquido. Ese líquido cuando me caía en las manos cuando las estaba machucando me pelaba. Entonces en este líquido lavabas la ropa. Los hijos se me quedaron desnudos, porque este líquido les pasaba la ropa… las sábanas, toallas… y no había nada para comprar,“ cuenta y añade que para garantizarse algo de comida, la gente empezó a tumbar árboles en los montes para sembrar un poco de frijoles y yuca. Como toda la tierra se puso en cooperativas y allí no dejaban sembrar, no había otra manera. “En las tiendas no había una gota de grasa. Para conseguir manteca se secaba corojo[9] y se molía en unas máquinas. Se echaba una espuma que cuando se gastaba, dejaba un aceite. Este aceite de corojo lo freía yo con plátanos, con pescado, porque no había con que comer. Hacíamos un aceite de corojo para poder comer.“ En 2000 el marido de Juana consiguió el trabajo de cocinero en una escuela secundaria en Pojabo y la familia se mudó otra vez. Mientras que la hija empezó la secundaria, el hijo ya trabajaba con los campesinos. “Se cosechaba ajo, cebolla, frijoles… tambien había mucho ganado. Los agricultores pagaban bien.” Juana trabajaba de dependiente en un bar. A pesar de que la situación en Cuba se mejoró un poco y los miembros de la familia trabajaban, todos seguían viviendo en una casa, donde en vez del suelo había solo tierra. En 2007 Juana tuvo que someterse a unas operaciones. Desde entonces su estado de salud se mejoró. La hija empezó a estudiar en la universidad y dar clases y el hijo continuaba trabajando en la agricultura y también era entrenador de deportes. Hoy en día viven en una finca. “No vivimos bien, porque no hay recursos, el país está muy mal. No hay alambre para hacer un corral, no hay una lima, no hay un machete. Podemos sembrar un poco de café y plátanos y tenemos siete vacas.” La producción la entregan a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa[10] que luego les remunera. Sin embargo, la situación económica de la familia no es buena y recientemente se empeoró aún más debido a la pandemia de coronavirus.
[1] Condado es un pueblo en la provincia Sancti Spíritus situada a unos 20 kilómetros de Trinidad.
[2] Sancti Spíritus es la capital de la provincia que lleva el mismo nombre y la tercera ciudad más antigua de Cuba.
[3] Las jutías son unos roedores de unos 25 centímetros que viven en Cuba.
[4] Malanga es una raíz tuberosa de una planta que se utiliza para preparar comida.
[5] Boniato es sinónimo de batata.
[6] Cooperativa de Producción Agropecuaria constituye una forma colectiva de propiedad social y se crea a partir de la decisión de los campesinos de unir sus tierras y demás medios de producción fundamentales.
[7] Vocablo usado en Cuba para llamar a los campesinos.
[8] La mayor crisis económica desde la Revolución Cubana que vino después del derrumbe de la Unión Soviética.
[9] Corojo es una especie de tabaco.
[10] Unidades Básicas de Producción Cooperativa, UBPC por sus siglas, son unidades de producción cooperativas que surgen en septiembre de 1993. Asumidas como opción para palear la difícil situación de la agricultura en Cuba durante el Período Especial. Se caracterizan por la producción en común, al igual que los medios de producción. Constituyen la forma predominante en el agro cubano actual.
Česká verze:
„Tatínek nás zapisoval do matriky ve vesnici Condado[1]. U některých dětí si pamatoval, kdy se narodily, a u jiných se spletl. Mnozí moji sourozenci mají proto špatně uvedené datum narození, což není můj případ. Já jsem se narodila na Den svatého Jana, pojmenovali mě Juana a to se dobře pamatovalo. Na rozdíl od mým sourozenců, kteří slaví narozeniny dvakrát v roce – jednou v den, kdy se narodili, a podruhé v den, který mají uvedený v matrice – já slavím jen jednou,“ vypráví pobaveně Juana González Jiménez, narozená jako v pořadí osmé dítě Serafina a Lucii, dne 24. června 1966.
Rodina žila do Juaniných sedmi let ve venkovské horské oblasti masivu Guamuhaya, známého také jako pohoří Escambray[2], přibližně na hranici okresů Trinidad a Fomento v provincii Sancti Spíritus[3]. „Moji rodiče vedli venkovský život, který se nesl ve znamení neustálé práce. Na statku měli krávy, pěstovali kávu a různé vzácné dřeviny… Byla to nádherná pustina s domkem se střechou pokrytou palmovým listím,“ líčí. Na první pohled romantická idylka s sebou ovšem nesla i mnohá úskalí. Problémy nastávaly například ve chvílích, kdy bylo nutné vyhledat lékařskou pomoc. „Jednou jsem potají snědla pár listů juky, chutnalo mi to. Jenže vzápětí jsem začala silně zvracet a dostala jsem průjem. Přímo uprostřed rodinné oslavy mě museli naložit na koně a odvést. Tatínek mě sundával z koně každých pět minut, abych se vyzvracela a vyprázdnila. Tímto způsobem jsme urazili sedm kilometrů, které nás dělili od první sjízdné cesty do Trinidadu. Následovalo dalších třicet kilometrů v sanitce. To všechno jen kvůli tomu, že bylo nutné navštívit lékaře. Bylo to tak daleko…,“ vzpomíná. Naopak ty nejšťastnější chvíle Juana zažívala tehdy, když si rodiče jednou za dlouhou dobu mohli dovolit pořídit svým dětem nějakou hračku. „Jediná hračka, která se ihned nerozbila, bylo mikádo,“ říká s úsměvem. Pokud jde o zábavu, většinu času trávili děti hrami v přírodě poblíž statku. „Hrávali jsme si s hutiemi[4]. Mí sourozenci se šplhali mezi porostem. Jelikož já jsem byla malinká a nemohla jsem nikam vylézt, dělala jsem psa a štěkala jsem pokaždé, když jsem spatřila hutii. Byla jsem lovecký pes. Tímto způsobem jsme trávili celé dny.“ Na venkově tehdy nebyla zavedená elektřina a ta nejvyspělejším výdobytkem civilizace bylo rádio. „Často jsme ho poslouchali. Bylo ale nutné šetřit baterky, protože když hrálo rádio celý den, vydrželo tak maximálně dva týdny.“ Většinu jídla si rodina sama vyprodukovala na polích. Jedli se hlízy kolokázie[5], brambory, rýže a fazole. Mnoho surovin bylo ale třeba shánět na trzích ve větších osadách. Mezi ty nejnutnější patřil například cukr, sůl a olej.
Když bylo Juaně sedm let, rodina se přestěhovala do vesnice Las Tosas, ležícího poblíž třetího nejlidnatějšího kubánského města a zároveň jednoho z nejstarších měst na ostrově, Sancti Spíritus. V Las Tosas dokončila Juana prvních šest let povinné školní docházky a také poprvé zažila slavnosti karnevalu. „Naši rodiče nás nikdy předtím na podobné sešlosti nebrali. Nebyli jsme ani na karnevalu, ani na pláži. Neustále se jen pracovalo a pracovalo,“ vzpomíná. Na druhý stupeň nastoupila ve městečku Pojabo, vzdáleného asi 40 kilometrů od Las Tosas. Rodiče jí každou neděli odvezli na studentskou ubytovnu, kde zůstávala až do pátku. „Bylo to tvrdé, museli jsme chodit hodně pracovat. Vstávalo se v šest hodin ráno, člověk se musel rychle ustrojit do pracovního oblečení, šlo se na snídani a v sedm hodin už jsme byli nastoupení na poli. Sbírali jsme plevel v ovocných školkách, zasívali jsme rostliny, sklízeli jsme pomeranče a citrony. Bylo to velmi náročné. Krátce po jedenácté hodině jsme se vraceli do školy. Tam jsme se umyli, šli jsme na oběd a v jednu hodinu odpoledne začínala výuka, která skončila až o půl osmé večer. Kolem a kolem jsme neměli čas ani na to, abychom si vyprali oblečení,“ popisuje striktní režim na druhém stupni venkovské základní školy. Přestože to všechno vyžadovalo velké množství energie, Juana byla vzorná žačka a výuka ji bavila. Jedna z jejích sester ale náročnou práci nevydržela a přestala chodit do školy. O dva roky později se rodina opět stěhovala, když se rodiče rozhodli připojit se k zemědělskému družstvu v Pitajones. Životní styl se ale příliš neměnil a nedostatek peněz napovídal, že se nezmění ani v příštích letech. Tíživou situaci se snažili zlepšovat příležitostnými pracemi při sklizni manga. Z vydělaných peněz si potom kupovali například hračky a oblečení pro děti. „Bylo nás strašně moc. Potřebovali jsme hodně jídla i ošacení. Obecně jsem ale měla spokojené dětství. Rodiče nás zahrnovali láskou. Nebylo jediné noci, kdy by nás neuložili s polibkem na dobrou noc.“ Juana chodila pracovat do zemědělského družstva a dokončila druhý stupeň základní školy. „Makali jsme o sto šest.“ I přes to všechno si ale našli čas na občasné povyražení. „Jednou jsme jeli na nějakou slavnost v šestnácti lidech na korbě traktoru,“ vzpomíná pobaveně.
Na druhém stupni základní školy poznala Juana svého budoucího muže. Zpočátku se zamilovaný pár musel scházet výhradně potají. „Moje maminka v tomto smyslu velmi přísná. Abyste se mohli s někým scházet, bylo potřeba ho nejprve představit doma rodičům a požádat je o schválení. Přítel mi sice psal dopisy, když byl na vojně, jenže maminka na to stejně nemohla přijít, protože neuměla číst a psát. Dozvěděli se to až o něco později, když ho pustili z vojny. On nechtěl žádat o žádné povolení, byl to prostý, hrdý venkovan. Rodičům to řekli mé sestry,“ vzpomíná a dodává, že když rodiče ji poté na celé prázdniny uvrhli do domácího vězení. Juana oslavila své patnáctiny, které bývají na Kubě velkou slavností, bez žádné větší pozornosti. Rodiče si nic takového nemohli dovolit. Od jedné ze svých sester dostala ručně ušité šaty a rodiče jí dovolili, aby si dala pivo. Později jedna ze sester onemocněla rakovinou a poslala pro Juanu, která za ní odešla do města Sancti Spíritus. Tam se během karnevalu dále vídala se svým přítelem, až odcestovali do Trinidadu, kde se neoficiálně vzali. Rodiče opustili zemědělské družstvo v Pitajones a v roce 1981 se všichni společně přestěhovali do Topes de Collantes. Po dvou letech se Juaně narodil syn. „V Topes de Collantes se žilo dobře. Byla to turistická zóna, pěstovala se tam káva a banány. Pořádaly se tam zábavy pro mladé a spousta dalších věcí,“ vzpomíná. Nicméně její matka trpěla v odlišném klimatu alergiemi a doktoři jí řekli, že by se měla přestěhovat někam jinam. Juana se s ní vrátila do Pitajones, kde její manžel postavil dům. V roce 1988 se jim narodila dcerka. „Měli jsme se dobře. Do zemědělského družstva dosadili nového schopného vedoucího a udělal se velký pokrok. Na polích se vysázela káva a nakoupily se nové traktory. Také celá Kuba ekonomicky pokročila, otevíraly se tržiště, kde se dalo sehnat například mýdlo, cukr a podobně… Najednou byla práce a vypadalo to, že bude lépe,“ vzpomíná na období relativní prosperity, kterou ale záhy vystřídalo tzv. Speciální období. „Na začátku devadesátých let, jakoby začalo všechno mizet. Najednou nebylo vůbec nic. Neměli jsme mýdlo, takže jsem koupala děti v bylinkách, které mi nosil můj manžel. Také mi nosil pytel s listy agáve. Rozžvýkala jsem je a dávala jsem je do pračky. Ty listy ale pouštěly bílou tekutinu, která mi při jejich žvýkání kapala na ruce a loupala se mi z toho kůže. Nakonec to zničilo i veškeré oblečení a povlečení. Nebylo do čeho obléct děti, takže běhaly nahé, protože se nedalo ani nic koupit,“ popisuje a dodává, že aby si lidé zajistili nějaké potraviny, začali kácet lesy a zakládat políčka s fazolemi a jukou. Veškerá půda totiž spadala pod zemědělská družstva a lidé ji nemohli využívat. „V obchodech tehdy nebyla ani kapka oleje. Abychom měli na čem smažit, sušili jsme tabákové listy, které se pak lisovaly. Takto se získávala taková pěna, která když opadla, zbyla po ní olejovitá tekutina. Na ní jsme smažili banány a ryby, protože nebyla jiná možnost, jak to udělat.“ V roce 2000 začal Juanin manžel pracovat jako kuchař na základní škole v Pojabu, kam se rodina přestěhovala. Jejich dcera začala mezitím chodit do školy a syn už pracoval se zemědělci. „Sklízeli česnek, cibuli, fazole… a taky měli nějaké krávy. Zemědělci platili dobře.“ Juana pracovala jako prodavačka v baru. Přestože situace na Kubě se začala o něco málo lepšit a všichni členové rodiny pracovali, nadále bydleli v domě, který měl místo podlahy jen udusanou zem. V roce 2007 se Juana musela podrobit několika operacím. Od té doby se její zdraví zlepšilo. Dcera začala studovat na univerzitě a vyučovat a syn nadále pracoval v zemědělství a věnoval se trénování malých dětí. Dnes žijí všichni na statku. „Nemáme na rozdávání, protože na Kubě se teď nežije dobře. Nemáme ani drát, abychom mohli postavit ohradu pro zvířata. Nemáme žádné nástroje, ani mačetu. Můžeme maximálně zasadit nějaké kávovníky a banánovníky a starat se o našim pár krav.“ To, co vypěstují, ale odevzdávají. V poslední době se jejich situace ještě zhoršila s propuknutím koronavirové pandemie.
[1] Condado je vesnice v provincii Sancti Spíritus.
[2] Kubánské pohoří známé povstáním venkovanů proti vládě Fidela Castra.
[3] Provincie v centrální části ostrova se stejnojmenným hlavním městem.
[4] Hlodavci podobní bobrům.
[5] Plodina pěstovaná pro jedlé hlízy.
© Všechna práva vycházejí z práv projektu: Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation
Příbeh pamětníka v rámci projektu Memoria de la Nación Cubana / Memory of the Cuban Nation (Eva Kubátová)