“Lógicamente, no solo mi crítica fue en aumento, sino que las personas que empezaban a colaborar en esta etapa también fueron mucho más críticos con lo que estaba ocurriendo, porque nadie podía estar ciego ante lo que pasó el 11 de julio de 2021. No solo de lo que había llevado a estas personas a salir masivamente a las calles, sino de la manera que habían sido reprimidas y lo que había ocurrido alrededor de todo esto. Era una cosa muy fuerte. Allí entonces evidentemente empieza ya la molestia alrededor de mí. Eso fue en 2021. El 25 de octubre de 2022 es la primera vez que la contrainteligencia me manda una citación para ser entrevistada. Uno sabe que es un interrogatorio lleno de amenazas. Allí yo decido… siempre había pensado… No se han metido conmigo, yo escribo, yo trato de ser siempre respetuosa y claro en lo que digo. Hago ciencia, soy una historiadora y trato de utilizar ciencia para hacer análisis de la realidad cubana. La ciencia no es emocional, los análisis tienen que ser estrictos. En este sentido, muchas personas me criticaban: ‘Tú no le dices esto a la dictadura.’ Mi respuesta era: ‘No se lo digo, porque no lo es.’ Esto es peor, es una sociedad con rasgos totalitarios. Una dictadura fue lo de Batista. Y en esa etapa la sociedad civil tuvo el suficiente protagonismo para derrotarla. ¿Por qué no pasa en Cuba? Decir la palabra dictadura no es exactamente estar apegado a lo que pasa realmente en Cuba. Hay que estudiarlo con mayor profundidad para tener una mejor apreciación más exacta de no solo por qué hemos llegado aquí, sino también por qué no hemos logrado evitarlo y por qué nos es tan difícil revertirlo. Si no se está haciendo esto, no estamos entendiendo nada. Gritar consignas no es algo positivo ni desde el lado del gobierno, ni del lado de oposición. Hay que razonar qué es lo que ocurre.”
“Cuando ocurrían los hechos del Mariel… cuando se dijo que se podía venir para buscar a familia, mi tío vino en un barco y estuvo alrededor de un mes esperando en el puerto de Mariel. Al final pudo llevarse solo a mis abuelos y una tía. Sus hermanas y mis primos tuvieron que irse después en otros barcos, porque el barco de mi tío lo llenaron de delincuentes y de otras personas para sacarles de Cuba. Eso fue una etapa muy dura en mi vida, porque era la división de la familia que era unidísima. Mi familia paterna fue superpresente. Y además es como una pérdida de inocencia. Yo tenía carotce años, pero para mí fue brutal que se nos pidiera en las escuelas o en los barrios ir a gritar a las personas que eran amigos y eran como familia… compañeros de aula que de vez en cuando habíamos venido de la misma aula de la preescolar, transitando por toda la enseñanza primaria, secundaria… Fue realmente traumático, aunque nunca participé en los actos. Solo haber vivido esta etapa, tener que haber visto en el discurso político cómo se instaba a las personas a dividirse, a enfrentarse unas a otras… realmente difícil. Además el miedo por mi familia que demoró una semana en salir de Pedro Betancourt, donde vivían. Mi padre… prácticamente lo dejamos de ver toda esa semana, nosotros vivíamos en Jovellanos, él se iba para Pedro Betancourt, que era un municipio muy cercano, a cuidar la puerta de mis abuelos y de mis tías para que nadie fuera gritar y tirar huevos, piedras. Era como vivir en una etapa de contingencia. Además con el dolor de saber que esta parte de familia que uno tanto quería… fue una etapa difícil. // Yo vi de todo en esta etapa. Vi por ejemplo que le hicieron actos de repudio a personas decentes, buenas. Vi al guía de los Pioneros que era profesor de la secundaria, quien organizaba los actos de repudio… hacia donde íbamos los niños, hacía unas intervenciones en los matutinos, nos repartía hasta los papelitos con las consignas que había que gritar. Y un día ese hombre desapareció. Después supimos que su familia también había venido y él estaba en Mariel. Fue como aprendizaje de la doble moral, de cosas muy negativas que sí me marcaron. Vi a una niña que era un año menor que yo. Su padre, su madre y los hermanos se fueron, porque su familia vino a buscarlos. Ella se negó a ir, porque tenía a un novio que se adoraban y ella no quiso dejar al novio. Ese no fue el problema. El problema fue que esta niña, cuando descubrieron que ella no quiso irse con su familia, la cogían y la llevaban a todos los actos para hablar, para decir: ‘Yo no me voy. Mi familia sí.’ Era una manera de utilizar a un niño para algo que estaba en contra de su misma naturaleza familiar.”
“¡Nosotros éramos fuerza de trabajo agrícola! Que quede claro eso: Éramos fuerza de trabajo agrícola. Aquella imagen tan bonita que era complementar el estudio y el trabajo según principios martianos… no era exactamente así. Nosotros sí teníamos que trabajar mucho, en condiciones bastante fuertes y no en condiciones de seguridad. Recuerdo que por ejemplo una de las muchísimas veces que había cosecha de la papa, nosotros íbamos en unas carretas demasiado llenas de alumnos. Nos dejaban sin pase los fines de semana, porque había que ir a recoger la papa para que no se echaba perder en los campos. Y no es como ahora que se siembra a pocas… se sembraba muchísima papa. Íbamos sin condiciones de seguridad en aquel transporte. Muchos iban sentados, los que podían, y los demás iban de pie. En una de estas veces, una de las carretas frenó abruptamente y uno de nuestros amigos se cayó. La carreta le pasó y lo mató. O sea, eso a mí no se me olvida. Se llama Gilberto. Yo estaba en el grado once y él estaba en el doce. Era uno de los aguadores, nos llevaba el agua al campo. Realmente murió ante nuestros ojos. Es una imagen que yo no la voy a olvidar nunca. En este momento quizás uno no tenía toda la profundidad… o sea, sí teníamos el dolor de haber visto esto, pero la crítica social y política no la podíamos hacer. Éramos muy jóvenes.”
Creo en la capacidad de las personas para cambiar su historia.
Alina Bárbara López Hernández nació el 30 de julio de 1965 en el municipio de Jovellanos situado en el interior de la provincia de Matanzas en una familia humilde. Su padre trabajaba como tornero fresador y su madre era ama de casa. Su infancia en esta ciudad con una larga tradición azucarera que cuenta con un significante número de habitantes de la descendencia africana transcurría de una manera tranquila. La familia se caracterizaba por una serie de costumbres que la mantenían siempre muy unida proporcionando un ambiente acogedor y decente, lo cual llevó a un choque cuando Alina tuvo que trasladarse a la residencia de estudiantes durante sus estudios preuniversitarios. Alina recuerda esta etapa como un período en el cual la población tenía que enfrentar varias limitaciones en lo que se refiere a las libertades políticas, pero al mismo tiempo destaca unas ventajas respecto a la educación y salud. Cuando se produjo el éxodo por el puerto Mariel, una gran parte de su familia se fue de Cuba. Debido a ello nunca pudo formar parte de la Unión de Jóvenes Comunistas y adoptó una actitud negativa a los actos de repudio que se hacían en aquella época. Su pasión por la historia resultó en su graduación en el Instituto Superior de Pedagogía en Matanzas, donde enseñaba durante varios años antes de entrar como profesora en la Universidad de Matanzas. Sus cuestionamientos sobre el proceso revolucionario y sus consecuencias empezó en el período de Perestroika, cuando llegó a tener contacto con las ideas de los intelectuales que empezaron a criticar algunos aspectos del régimen promovido por la Unión Soviética. Observando la realidad cubana empezó a contribuir en las revistas que publicaban sus análisis críticos y después del estallido popular que tuvo lugar el 11 de julio de 2021 ya se oponía públicamente a la agresión del régimen. Sus manifestaciones públicas y críticas resultaron en una serie de enfrentamientos con las autoridades durante los cuales hasta sufrió lesiones. Está convencida de que el cambio en Cuba debe empezar dentro de la isla.