“Es que se ha generado esa decadencia de ánimos, de amor que había entre vecinos… de que iban a la plaza el 1 de mayo, pero iban con un espíritu bien alegre, nadie se podía perder eso. Allí también estaba la cerveza, la gente sabía que su recompensa estaba allí. Había una recompensa, pero por ejemplo mira… era un carnaval. ¿Desde hace cuándo no se hace carnaval? Hace mucho tiempo y la gente sabía que por ejemplo en cualquier lugar iba a tomar su cerveza, comprar una comida, un pollo. Se sentaba y compartía con sus compañeros de familia, su familia, con las personas que tú deseabas salir ese día. A veces ni siquiera era planificado, porque ese día te encontrabas con un millón de gente sin querer, y venía este subiendo y tú bajando y te invitaba un trago de cerveza. Pero, el precio era mucho más asequible, mucho más cómoda, cualquiera podía tener acceso a eso. Pienso que esto también influye mucho. // Por la necesidad que hay por los precios muy elevados, la gente ya no puede hacer eso. Y eso mismo en mi opinión ha distanciado a las personas y ha matado este espíritu alegre, de que vamos a unirnos y vamos a hacer algo. Ahora puede que quieren estar allí, pero dicen, aunque uno quiera no puede. Esto mismo ha matado este amor entre vecinos, entre familias, entre amigos.”
“Es un programa de la revolución, lo hizo el comandante Fidel Castro Ruz. El objetivo principal de nosotros es instruir, llevar el arte a cualquier lugar de la provincia donde uno vive y si tiene que ser fuera de la provincia, también. Principalmente a todas las personas que estén interesadas… y otras no, puede que no estén intersadas… pero es llevar a cualquier comunidad un espectáculo artístico y también enseñarles. En las escuelas, en la Casa de Cultura… se puede montar un taller en cualquier lugar, siempre y cuando sea bien efectivo para los talleristas y aprendan algo de ahí.”
“Un día estaba jugando bolitas con un amigo y él se dio cuenta de que yo no tengo. Era tres o cuatro años mayor que yo. Me regaló unas bolitas nuevas, bonitas. Me dijo: ‘Mira hermanito, pa’ que tengas y jueges.’ Entonces yo, muy contento, subí a la casa y me puse en la sala a jugar con la bolita. Mi mamá vino desde la cocina. Ella sabía que yo estaba pidiendo unas bolitas, pero como no pudo comprarlas, no las tenía. Y de momento yo bajo, subo, bolita nueva… mi mamá pensaba que yo la había robado. Sin preguntarme, cogió un cinto y me dio tremenda paliza. A tal punto, que el amigo mío, cuando escuchó aquel escándalo, subió y le dijo: ‘No, mira, fui yo quien se lo regalé. Mi mamá me dijo: ‘Ah, bueno… pero por si acaso.’ Hasta hoy en día nunca me ha pasado por la mente ver un teléfono así y tener la intención de que me lo llevo. Fui cogido a tiempo.“
Ariolbis Sánchez Hernández nació en la provincia de Guantánamo a principios de los años 90. Los primeros seis años de su vida los pasó viviendo junto con su familia en el pueblo Manuel Tames. Después se mudó a la capital de la provincia de Guantánamo que lleva el mismo nombre. Su infancia era llena de alegría. El ambiente familiar se caracterizaba por una gran cantidad de amor que sus padres siempre sabían proyectar sobre su hijo. Ariolbis era un chico sensible y el cariño con el cual su padre trataba a su madre le influyó bastante. No obstante, al mismo tiempo los padres eran muy estrictos en lo que se refiere al comportamiento de él. Exigían buenas maneras. La combinación del amor que se sentía en la casa junto con la supervisión cuidadosa del niño hizo que Ariolbis aprendió a diferenciar lo bueno de lo malo. La muchas veces difícil época de la adolescencia no le resultó tan llena de tentaciones como en el caso de muchos de sus amigos que se dejaron a llevar fácilmente por la violencia y el código del barrio. A Ariolbis nunca le gustó la gente grosera que se reunía en las calles de Guantánamo a escuchar la música callejera. Gracias a su padre que siempre escuchaba una música más culta en la casa inclinó más bien a la guitarra, y al arte más sofisticado. Eso no quiere decir que no pasaba mucho tiempo en la calle, pero no lo hacía al estilo de la mayor parte de sus coetáneos. A pesar del amor que tenía por los deportes, a sus 16 años decidió optar por el camino del arte. Estudió en la Escuela de Arte, donde se graduó como un tutor de arte licenciado. Fue formado de acuerdo con las normativas establecidas por el gobierno cubano que desde hace mucho tiempo promueve el arte como una herramienta para indicar el camino y despertar no solo el talento, sino también el espíritu revolucionario por ejemplo en las comunidades marginalizadas. Ariolbis no se expresa explícitamente contra el régimen. Hace su trabajo de difundir el arte y fomentar el talento en la población sin pensar mucho más allá de eso. Sin embargo, eso no quiere decir que no se da cuenta de que la sociedad tiene sus problemas que no son para nada insignificantes.